Sus destellos llenos de talento no pasan desapercibidos. Amílcar Ramírez Benguché brilla con luz propia y desde ya comenzó a escribir su propia historia en la Liga Nacional del fútbol hondureño. Tiene 24 años y es originario de la comunidad garífuna de Corozal (litoral atlántico de Honduras), cuna de jugadores emblemáticos. Es un joven lleno de talento, capaz de lograr seguridad en la portería de su equipo.
El 1 de marzo pasado, Benguché debutó como guardián en el arco del Vida, equipo que confió en él y le dio la oportunidad de mostrar el talento que posee y que había guardado por mucho tiempo, el cual lamenta no haber explotado antes.
La gente me decía: ‘hey, tenés talento, ¿por qué no buscas equipo?, pero yo quería estar con mi abuela; cuando estaba lejos de ella la extrañaba. Si lo hubiese intentado antes tendría más recorrido, pero Dios sabe lo que hace’, expresó.
Tras su debut que emocionó y marcó un antes y un después, el joven cancerbero que tiene un linaje familiar con el delantero de Olimpia, Jorge Benguché, desea explotar todo el potencial que tiene y que mostró contra Honduras Progreso. ‘No pensé que iba a llegar ese día, de repente me dicen: hay que estar listos porque ya te toca, entonces quedé helado y solo le pedí a Dios que todo saliera bien’, comentó.
Una de sus motivaciones es seguir enorgulleciendo a su abuela, esposa e hijo, quienes son su motor, lo cual logró en su debut; encuentro en el cual se le ‘erizaba la piel’ a su hijo al escuchar su nombre.
Además de lograr una buena actuación dentro del campo de juego, también se llevó la satisfacción de emocionar a sus seres queridos, pues cuando regresó recibió muchos abrazos y felicitaciones por su desempeño.
Nunca se sintió solo y no considera que ha tenido obstáculos en este camino que lo emociona y apasiona desde que tiene memoria. Siempre ha tenido el apoyo de su abuela y esto lo reconforta e impulsa a seguir y conquistar sus sueños.
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Duros momentos en su vida
Pese a su buen momento, Benguché es el claro ejemplo de que no todo en la vida es ‘color de rosas’ y que los caminos también tienen espinas.
Sus padres fallecieron cuando tenía 10 años. Su papá fue el primero en fallecer y no recuerda nada sobre él, de su madre solo lo acompaña una foto que atesora por ser lo único que posee de ella. Su abuela fue la persona que lo acompañó y apoyó en todo momento, ‘ella es padre y madre para mí, es mi motor y mi motivación’, señaló.
Como cualquier joven apasionado con el deporte posee sueños y anhelos, que espera poder cumplir. Jugar en la Selección de Honduras y representar a su país es uno de ellos, asimismo espera poder ir y brillar en el extranjero. Para él no existen los sueños pequeños, solo personas que no se arriesgan a perseguirlos.
Con un tono suave y a la vez emocionado sentenció; ‘si hay mil partidos, mil partidos quiero jugar, desde el debut me ha entrado una motivación bárbara. Yo quiero seguir jugando fútbol hasta que me muera’.
Esta es la historia de Amílcar Benguché. Un joven humilde, soñador y perseverante que desea enorgullecer a su familia producto de sus sueños y para cumplirlos ya trabaja muy duro.
Por: Beatriz Hernández