El equipo se llama Municipal, su barrio es El Carmen, su presidente es un sujeto al que le dicen "Polvo", su portero es mejor conocido como "Payaso", su lateral derecho solicita que todos le digamos "El Toro" aunque "El Torito", en diminutivo, es un apodo más adecuado a ese metro cincuenta de voluntad.
Sus legionarios, son un par de hermanos que se vienen "a jalón" de Las Vegas, Santa Bárbara. Su contención es un sujeto al que apodan “Jaimón”, una mole, un muro que tiene por ley de vida que “pasa el balón o el jugador, pero nunca juntos”, y su delantero estrella es "Remache", sepa el cielo por qué le dicen así.
No hay barra organizada, pero Juan Petaca, grita tanto que incluso, desespera a los de su propio equipo. Es preferible perder una pelota y que te reclame la Ultra Fiel y no caer en las “tapas” de Juan. Ese tipo buscará en tu árbol genealógico, a la más descarriada de tus familiares y te la recordará.
Las reuniones de la junta directiva del Municipal, son entre los fierros del taller automotriz que pertenece a "Polvo" Saravia, hombre fuerte de esa junta, responsable de mantener a flote el barco y de tener siempre una dos litros en cada reunión donde sueñan con una cosa llamada Primera División.
La mujer de "Polvo", escucha esos sueños húmedos desde la cocina mientras lava los platos, y sonríe orgullosa al pensar que su esposo, quizá no logre llegar a primera, pero es inevitable no sentir afecto por ese tipo que intentará conquistar el mundo, para ponerlo a sus pies.
Todos estos datos, son fácilmente comprobables si usted un día se da una vuelta por la Liga Central de Veteranos de Siguatepeque. El Municipal es un equipo humilde, luchador, honesto y atrevido. Un grupo de loquitos, que, sin ninguna ganancia, andan detrás de este escudo por el simple hecho de quererlo.
Esos valores, ya los hacen grandes, pero les hacía falta una cosita, y era un título en sus vitrinas. Pero no hay mal que dure cien años, este 2022, “el Muni”, por fin se ha coronado. La fiesta es de todos, pero el alma del festejo, se llama Julio Cesar de León.
Si, ese mismo que jugó contra Pirlo, el que anduvo por Génova y Reggina, el que la ponía donde quería (la pelota) el formado en Platense para bendición de todos aquellos que amamos nuestro fútbol. La leyenda, en persona, se presentó un domingo cualquiera en el Campo Municipal, vestido de amarillo y verde, dizque para jugar en la Polvoneta.
La gente no daba crédito, el partido se retrasó más de una hora, porque todos querían una foto con él. Aunque creo que lo que deseaban, era comprobar que no era un doble, que no era un imitador, que era el mismísimo “Rambo” que no despreció ninguna de las solicitudes de fotografías, en especial de... bueno mejor dejémoslo allí. Ponete a pensar y vas a dar con la respuesta.
Ese primer partido de Rambo, solo tuvo un tiro libre que pasó cerca y nada más. El de la gente, el último diez de nuestra selección, siguió llegando a varios encuentros, dejando pinceladas por aquí y por allá. El Municipal avanzó en el torneo, fue creciendo, se metieron a la final y allí se encontraron con La Pista, vigente campeón y absoluto favorito al título.
La final fue un combate de poder a poder, con el Municipal queriendo ser grande y con La Pista demostrando el por qué merecían seguir en el trono. Un duelo parejo, donde el que cometiera un error lo iba a pagar caro, y La Pista cometió el peor error posible, le tocaron las barbas al león.
-Ese viejito está para el asilo- Gritó un viejo burlón desde la grada-
-Aquí está tu bastón, anciano- le dijo al oído un mediocampista. Rambo solo se reía.
-Aquí no sos nadie - le gritó otro insolente desde la malla.
-Retiráte Rambo - gritó otro irrespetuoso. Allí sí vi, que algo se encendió en la mirada de ese tipo. Ya había visto eso en sus ojos antes de clavar aquel golazo, en el marco Sur del Estadio Azteca.
La Pista estaba ganando 3-2, minuto 88, tiro libre para el Municipal. Rambo tomó una distancia de dos metros, no escuchó los gritos, un compañero se acercó a decirle algo y Rambo solo le dijo ¡shhhhh! Silencio, que aquí está papá. El portero de los rivales trató de tapar todos los huecos poniendo una gran barrera, el sol caía y el público contuvo la respiración.
El silbatazo sonó seco, hizo eco en los pinares cerca del estadio, Rambo miró a su mejor amiga, la pelota, y el condenado hizo lo que mejor sabe hacer. Golazo.
El viejito les demostró que lo que bien se aprende nunca se olvida. El anciano les demostró, que gallo viejo con el ala mata. Esa leyenda, que nació para hacernos felices, nos regaló una nueva muestra de su inagotable talento. Gracias Rambo, gracias por tanto y perdón por tan poco.
En los penales, “Payaso” se hizo grande atajando dos lanzamientos, “Rambo” dio la confianza metiendo el suyo y “Remache” confirmó el título en el cuarto lanzamiento. Por fin, el Muni se coronó y el Rambo de la gente se colgó una nueva medalla. Pero su premio más grande, es el cariño de un cipote que se acercó y le dijo: 'Un día, voy a ser cómo usted'.
Hay que comer muchas frutas y muchas verduras, dijo Rambo.
Y si usted se pregunta ¿Cuánto y cómo hicieron para pagarle a Rambo para que jugara con ellos? le voy a dar la misma respuesta que Julio me dio cuando se lo consulté: No seas chambroso, chavalo.
De alguna forma lo tengo que averiguar, pero ayer vi a Juan Fernando, tesorero del Muni, salir de una casa de empeños. ¿Casualidad? No lo creo.
¡Dale, Muni, ¡Dale! Que puede haber equipos con más billete, pero nunca con mayor corazón.
PD: Adjunto fotos y videos que respaldan esta historia. Porque yo tampoco la creería.
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